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¿La Enfermedad de Parkinson produce alteraciones visuales?

Artículo actualizado el 17/02/23

La enfermedad de Parkinson (EP) es un trastorno neurodegenerativo que afecta al sistema nervioso de manera crónica y progresiva. Es la segunda enfermedad más prevalente en la actualidad después del Alzheimer y pertenece a los llamados Trastornos del Movimiento. La causa de esta enfermedad es desconocida y actualmente aún no hay cura, pero sí métodos para prevenir y paliar los síntomas.

Esta patología presenta diversos síntomas, y el desarrollo nunca es exactamente igual en todos los pacientes. A continuación, te contamos todo sobre la enfermedad de Parkinson y el impacto que tiene en los pacientes, incluida su salud visual.

¿En qué consiste la enfermedad de Parkinson?

El Parkinson se caracteriza por la pérdida (o degeneración) de neuronas en la sustancia negra, una estructura situada en la parte media del cerebro. Esta pérdida provoca una falta de dopamina en el organismo, una sustancia que transmite información necesaria para que realicemos movimientos con normalidad. La falta de dopamina hace que el control del movimiento se vea alterado, dando lugar a los síntomas motores típicos, como el temblor en reposo o la rigidez.

Los temblores o sacudidas rítmicas suelen comenzar en una extremidad como la mano o incluso los dedos y vienen acompañados de otros problemas como los movimientos lentos, la pérdida de los movimientos automáticos o la rigidez muscular que acaba deteriorando la postura y el equilibrio. Pese a ser menos visibles, las manifestaciones no motoras suelen ser aún más problemáticos, como los cambios cognitivos, trastornos del sueño y del estado de ánimo, fatiga, alucinaciones, delirios y mareos. A su vez, se estima que aproximadamente el 80% de los pacientes con la enfermedad de Parkinson refiere alteraciones visuales.

¿Cuál es la causa que provoca la enfermedad de Parkinson?

Hoy en día aún no se conoce la causa última de la EP. Sin embargo, se considera que podría deberse a una combinación de factores genéticos (se estima que entre el 15% y el 25% de las personas con enfermedad tienen algún pariente que ya la ha desarrollado), medioambientales y los derivados del propio envejecimiento del organismo (lo más común es que la enfermedad se inicie entre los 50-60 años y la prevalencia aumenta exponencialmente a partir de la sexta década de vida).

¿Cómo se diagnostica la enfermedad de Parkinson y cuál es su tratamiento?

El diagnóstico de la enfermedad de Parkinson es fundamentalmente clínico y se realiza en base a la historia clínica y exploración neurológica de la persona, ya que no existe en la actualidad un marcador bioquímico. Actualmente, no se dispone de un tratamiento curativo para la EP, pero los medicamentos que aumentan o reemplazan la dopamina pueden ayudar a controlar los síntomas y mejorar la calidad de vida de las personas. Sin embargo, con el tiempo, los beneficios de los medicamentos disminuyen o se vuelven menos constantes. En algunos casos avanzados, se puede recomendar una cirugía para regular determinadas zonas del cerebro y mejorar los síntomas.

¿Cómo afecta el Parkinson a los ojos?

Aunque la enfermedad de Parkinson, como trastorno neurodegenerativo crónico se asocia principalmente con disfunción motora, también implica síntomas no motores que pueden incluir déficits visuales. Algunos de los síntomas solo se observan en el Parkinson o son más frecuentes que en controles sanos como la visión doble, la dificultad para leer a pesar de una corrección refractiva adecuada, la congelación de la marcha en espacios estrechos, el juicio anómalo de objetos al caminar y las alucinaciones visuales complejas.

Otras manifestaciones, como el ojo seco, las cataratas, la hipersensibilidad a la luz, las alucinaciones visuales simples y otras enfermedades oculares asociadas a la edad se observan tanto en pacientes con Parkinson como en controles sanos de la misma edad. Estas alteraciones visuales complejas tienen un alto impacto en la calidad de vida de los pacientes ya que afectan a la vida diaria y a actividades cotidianas como la conducción de vehículos, el uso de utensilios, el reconocimiento y búsqueda de objetos, reconocimiento de expresiones faciales y la movilidad en condiciones de poca visibilidad.

La enfermedad afecta sobre todo a la agudeza visual, lo que se atribuye al déficit de dopamina en la retina y de forma secundaria a la alteración de los movimientos oculares y la diminución en la frecuencia de parpadeo. También provoca una disminución de la sensibilidad al contraste, lo que es un fuerte predictor de la aparición de alucinaciones visuales. En cuanto a la percepción del color, se ha visto que está alterada y suele ser más marcada en el eje rojo-verde y no en el eje azul-amarillo lo que suele ocurrir en la afectación típica de la edad o en otras enfermedades como glaucoma y algunas maculopatías.

Investigación centrada en diagnóstico del Parkinson

Los estudios electrofisiológicos, incluyendo potenciales evocados (utilizados para estudiar la integridad funcional de la vía visual desde retina a corteza visual primaria) y electrorretinogramas (que miden la respuesta eléctrica de varios tipos celulares de la retina) demuestran la existencia de un daño objetivo y especifico de la vía visual primaria, especialmente de la retina y corteza visual.

Además, diferentes evidencias histopatológicas en modelos animales y en pacientes con enfermedad de Parkinson, así como estudios in vivo de la retina de pacientes con esta patología mediante OCT, apoyan la existencia de este daño estructural en la retina. Existe una pérdida selectiva de neuronas de las capas más internas de la retina correspondiente a las células ganglionares y a las amacrinas, con presencia de depósitos de α-sinucleína. El daño en la corteza visual se ha asociado al desarrollo de demencia y alucinaciones visuales.

Estudio de biomarcadores oculares

Actualmente, existe un gran interés en el estudio de potenciales biomarcadores oculares que puedan servir para el diagnóstico precoz de enfermedades neurodegenerativas como Alzheimer, Parkinson y glaucoma, que comparten idénticos mecanismos patogénicos: estrés oxidativo, daño mitocondrial, procesos de agregación proteica y activación glial, que causan alteraciones en la retina y en la vía visual. El ojo, es además muy útil en la búsqueda de biomarcadores ya que el estudio de la retina es accesible por métodos no invasivos y porque permite también estudiar las neuropatías periféricas en la córnea mediante técnicas de imagen.

Uno de los biomarcadores que se está estudiando para el diagnóstico precoz de la enfermedad de Parkinson es la α-sinucleína ya que es una de las principales marcas patológicas que se analizan para determinar si se padece Parkinson. Los pacientes presentan en el cerebro una acumulación de la citada proteína en forma de lo que se conoce como cuerpos de Lewy que van aumentando conforme la enfermedad avanza. Se ha identificado la presencia de estos cuerpos de Lewy en retinas de pacientes con Parkinson y además se ha demostrado una correlación entre la cantidad de α-sinucleína en la retina y una mayor alteración de tipo motor y clínico del Parkinson, es decir un estadio mayor de gravedad. La acumulación de esta proteína en la retina es similar a la que se encuentra en el cerebro de la enfermedad. Por eso la α-sinucleina sería un buen biomarcador, ya que puede evidenciar el nivel de gravedad y refleja de alguna manera lo que está pasando en el cerebro.

 

Para más información, puede consultar los siguientes enlaces:

https://www.researchgate.net/publication/284139053

https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/30721408