Esta situación se da principalmente en personas, según van avanzando la edad, que pueden sufrir diferentes patologías capaces de dañar el nervio óptico sin que aumente la PIO.
Puede deberse a que la sangre llega con dificultad al ojo, como ocurre con la diabetes, la hipertensión arterial, la hipotensión, la insuficiencia cardiaca, etc., o porque, siendo la circulación sanguínea la adecuada, no llega suficiente oxígeno a los tejidos del ojo a consecuencia de que se padece una enfermedad que cursa con insuficiencia respiratoria.
También puede ocurrir que el daño del nervio óptico se produzca por causas neurológicas, como el padecimiento de fuertes migrañas.